Deuda, deuda, deuda

Hace 1 día 2

Les supongo al tanto de los temores sobre un potencial estallido de la burbuja de la inteligencia artificial (IA) y de las fabulosas valoraciones alcanzadas por las empresas tecnológicas. De hecho, algunas de ellas han roto el techo bursátil de 3 billones (europeos) de dólares, al tiempo que continúan las inversiones milmillonarias en enormes complejos de ordenadores de gran consumo energético, o las expectativas también milmillonarias de salida a bolsa de algunas startups creadas solo hace un par de años. Cierto que una parte no menor de esas inversiones parecen estarse financiando con recursos propios, en particular, de las llamadas “siete magníficas” (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Meta y Tesla), aunque la acumulación de acciones en manos privadas extendería un posible crack bursátil a muchos otros ámbitos. Añadan los temores que provoca al boom del crédito privado, concedido por instituciones no bancarias y, por ello, menos reguladas; o los generados por las valoraciones de diversas monedas cripto: sus caídas los últimos días son reflejo de un creciente sentimiento de preocupación.

Es en este lábil marco en el que se inscribe uno de los principales riesgos de estos tiempos: la posible emergencia de nuevos problemas en el amplísimo mercado del principal activo planetario (los 27 billones de deuda pública de los EE.UU.) y, con ello, su potencial impacto mundial.

Las posibles crisis financieras en un mundo tan endeudado están siempre ahí

Esta semana hemos vuelto a tener una indicación de lo que puede suceder. El aleteo de una mariposa en el mercado de deuda japonés (el anuncio de una próxima subida de tipos por su banco central) se ha extendido a todo el globo, revertiendo el llamado carry-trade : financiarse en Japón a bajos tipos de interés e invertir esos recursos en mercados con mayores rendimientos. Ese movimiento ha provocado elevación de las rentabilidades de los bonos en todas partes, desde los EE.UU. (el bono a diez años alcanzó el 4,09%) a Alemania (hasta el 2,75%). Y ello en un mundo en el que la deuda pública está en máximos históricos (102 billones de dólares).

Por estos lares la situación es más estable: el endeudamiento público de la eurozona ha alcanzado el 90% del PIB (lejos del 122% de los EE.UU.), aunque ese nivel esconde profundas divergencias entre registros inferiores al 50% en los Países Bajos a los elevados valores de Grecia (148%), Italia (134%), Francia (116%), Bélgica (107%) o España (100%), pasando por el 64% de Alemania. Dadas estas diferencias, lo que sostiene el euro y las modestas primas de riesgo (aunque las hay) es la promesa del BCE de intervenir en los mercados para atajar cualquier posible ataque a países excesivamente endeudados. Bien está, mientras dure. Pero incluso con el BCE detrás, los tiempos que estamos atravesando son más que complicados, y las posibles crisis financieras en un mundo tan endeudado están siempre ahí. Vayan con cuidado.

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