Donald Trump se ha puesto este jueves su traje favorito: el de pacificador. En un evento en el Instituto para la Paz, rebautizado esta semana por la Administración bajo su propio nombre, el presidente ha acogido la firma simbólica del acuerdo entre Ruanda y la República Democrática del Congo para poner fin a sus hostilidades y, de paso, ha firmado dos acuerdos bilaterales con ambos países que abrirá el acceso a los minerales críticos de la región para el gobierno y las empresas estadounidenses.
La firma del documento en Washington formaliza un acuerdo que ya se firmó el 27 de junio, pero que, más allá del papel, no ha llevado la paz a este conflicto arraigado en tres décadas de enfrentamientos, desde el genocidio en la guerra civil de Ruanda en 1994. Desde entonces, la violencia ha pasado por distintas fases de intensidad, y se ha incrementado en el último año, desde que la milicia M23 tomó el control de amplias zonas del este del Congo, donde ha consolidado su poder con la creación de un gobierno paralelo. El gobierno de Kinshasa acusa a Ruanda de haber proporcionado apoyo material a este grupo armado, creado en el 2012.
Los presidentes Félix Tshisekedi, del Congo, y Paul Kagame, de Ruanda, han agradecido a Trump su mediación para la paz, han señalado su enfoque “pragmático” en la negociación y se han comprometido a implementar este “compromiso irreversible”.
Pero el éxito del acuerdo, desacreditado en el campo de batalla y cuestionado por los observadores, depende de que el M23 renuncie a su poder, algo que no ha mostrado intención de hacer. La milicia mantuvo conversaciones de paz en Doha con autoridades congoleñas y no alcanzaron ningún consenso sobre las líneas rojas del gobierno africano: el retorno de las áreas controladas por el M23, el desarme de los distintos grupos armados y la justicia para las víctimas.
Trump presume de haber puesto fin a ocho guerras en el mundo desde que regresó al poder en enero, incluyendo el conflicto entre Ruanda y el Congo. Pero, aunque ha logrado frenar la escalada, no ha resuelto los problemas de fondo. La realidad sobre el terreno le quita la razón: más de 400 personas murieron el mes pasado en enfrentamientos entre el M23 y el ejército congoleño y sus milicias aliadas, según el proyecto Armed Conflict Location & Event Data. Además, en el Congo siguen los enfrentamientos provocados por más de 100 grupos armados, más allá de esta milicia, y esta semana se han vuelto a registrar enfrentamientos violentos en la región.
“Creo que pasaron mucho tiempo matándose entre ellos, y ahora van a pasar mucho tiempo abrazándose, tomados de la mano y aprovechándose económicamente de Estados Unidos, como hacen todos los demás países”, ha celebrado Trump durante la ceremonia. “Les va a ir muy bien, y tienen algunas cosas valiosas, muy valiosas. Van a tener mucho dinero y mucho éxito, y creo que se van a llevar muy bien”.
Donald Trump, presidente de EE.UU.
“Vamos a extraer algunas de las tierras raras, extraer algunos de los activos y pagar, y todo el mundo va a ganar mucho dinero”
Prince Epenge, opositor congoleño, ha acusado al presidente del antiguo Zaire de “burlarse de los cadáveres congoleños” al firmar el acuerdo, diciendo que solo estaba interesado en hacer negocios con Estados Unidos. “¿Cómo puede esperarse que un pueblo traumatizado, un pueblo sumergido en un océano de sangre derramada en el Congo por Ruanda, acepte que un simple trozo de papel se coloque sobre su sufrimiento?”
Más allá de su relativo éxito, los pactos firmados hoy confirman la voluntad de diálogo de Tshisekedi y Kagame, pero especialmente su apertura a la inversión estadounidense en sus recursos naturales. Concretamente, el suelo de ambos países es rico en tantalio, estaño, tungsteno, oro, cobalto, cobre, litio y otros minerales. Según el documento, se creará un Marco de Integración Económica Regional que impulsará más la integración de las tres economías, además de los dos acuerdos bilaterales que darán a EE.UU. acceso a estos minerales.
Se trata de dos acuerdos estratégicos para EE.UU., que quiere competir con China, líder indiscutible en el mercado de las tierras raras (representa el 70% de la minería mundial de estos recursos), esenciales para la fabricación de todo tipo de aparatos electrónicos, incluidos aviones de combate o teléfonos móviles. “Abrirán nuevas oportunidades para que EE.UU. acceda a minerales críticos y generen beneficios económicos para todos. Vamos a participar enviando algunas de nuestras empresas más grandes e importantes a los dos países. Vamos a extraer algunas de las tierras raras, extraer algunos de los activos y pagar, y todo el mundo va a ganar mucho dinero”, ha señalado Trump, definiendo las tierras raras como “un elemento central de la Estrategia de Seguridad Nacional de mi administración”.

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