Los combates en la región de Kordofán agravan la crisis humanitaria en Sudán

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El desplazamiento del epicentro de la guerra civil de Sudán hacia la vasta región de Kordofán, en el centro-sur del país, está disparando de forma alarmante el nivel de violencia en la zona. En las últimas semanas, los combates entre el ejército, las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) y un poderoso grupo armado local aliado con estas se han intensificado sobre todo en el oeste y el sur, y han frustrado los últimos esfuerzos diplomáticos para fraguar un alto el fuego humanitario. El recrudecimiento de los enfrentamientos se está produciendo además en medio de nuevas atrocidades generalizadas perpetradas contra la población civil.

Kordofán está formado por tres Estados y su control es clave para los dos principales bandos. Al ejército le permitiría frenar los avances paramilitares y le ofrecería un punto de apoyo desde el que atacar la región occidental de Darfur, el centro de gravedad de las Fuerzas de Apoyo Rápido. Para las RSF, en cambio, supone una defensa avanzada de sus feudos en la región, cimienta la división de Sudán y les permite amenazar la capital del país, Jartum. En Kordofán, los paramilitares cuentan con redes de apoyo bien engrasadas y luchan junto al Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-Norte (SPLM-N), con una notable presencia en el sur.

El lunes, las Fuerzas de Apoyo Rápido lograron tomar por completo la ciudad de Babanusa, el último bastión que retenía el ejército en el Estado de Kordofán Occidental, limítrofe con Darfur y actualmente bajo control total de los paramilitares a excepción de Heglig, una zona a tocar de Sudán del Sur donde se encuentran algunos campos petrolíferos. Babanusa había permanecido asediada durante dos años y casi toda su población había huido antes de caer, pero los paramilitares han detenido en los últimos días a más de 100 familias, incluidos niños y mujeres embarazadas, y algunos han sido maltratados, según la Red de Doctores de Sudán.

Tras la caída de Babanusa, el frente se ha desplazado principalmente hacia Kordofán Sur, que está registrando los combates más intensos en la región desde el estallido de la guerra. En los últimos días, el ejército y el SPLM-N han intercambiado golpes en zonas que han estado bajo control del grupo rebelde desde hace casi tres lustros. El objetivo de las fuerzas regulares es intentar romper el asedio conjunto impuesto por los paramilitares y el SPLM-N sobre las dos mayores ciudades de la región, Kadugli y Dalang, que ya sufren condiciones de hambruna.

Desde que la violencia se empezó a concentrar en Kordofán, a finales de octubre, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU (OHCHR) ha documentado más de 250 muertes de civiles en ataques aéreos, de artillería y ejecuciones. La cifra real se teme muy superior pero es difícil de saber por la dificultad de recabar información debido a los cortes de telecomunicaciones. La misma oficina afirma haber recibido también informes de violencia sexual, asesinatos por represalias, secuestros y arrestos arbitrarios de civiles acusados de colaborar con el enemigo.

Muchos de los civiles fallecidos están siendo víctimas de bombardeos indiscriminados. A principios de noviembre, las Fuerzas de Apoyo Rápido mataron a 45 personas, la mayoría mujeres, en un ataque con dron contra un funeral cerca de El Obeid, la capital de Kordofán Norte, según la ONU. A finales del mismo mes, el ejército bombardeó Kauda, en Kordofán Sur, y mató al menos a una cincuentena de personas, casi todas civiles, según grupos locales. Este jueves, los paramilitares mataron al menos a nueve personas más, incluidos cuatro niños, en ataques con drones suicidas lanzados contra una guardería y un centro médico en Kadugli.

En este contexto, medios de comunicación y grupos de derechos humanos sudaneses han informado sobre amplias campañas de reclutamiento forzoso, incluido de niños, concentradas en Kordofán Sur y atribuidas principalmente al SPLM-N. En las últimas semanas, el grupo ha sido acusado en varias ocasiones de entrar en aldeas cercanas al frente, en especial por la noche, y alistar por la fuerza en sus filas al menos a decenas de civiles a los que secuestra o amenaza, lo que ha llevado a muchas familias de la zona a huir para proteger a sus jóvenes.

Esta retahíla de atrocidades se está produciendo después de que las RSF capturaran a finales de octubre la capital de Darfur Norte, El Fasher, y cometieran extendidos crímenes contra su población, que ya había sido sometida a más de 500 días de asedio. El jefe de la OHCHR, Volker Türk, declaró el miércoles que resulta “impactante ver que la historia se repite en Kordofán poco después de [aquellos] horribles hechos”, e instó al mundo a no permitir que la región “se convierta en otro El Fasher”.

El recrudecimiento de la violencia en esta región está provocando asimismo nuevas oleadas de desplazamientos de miles de civiles. En el último mes, la ONU estima que al menos 45.000 personas han tenido que abandonar sus hogares en busca de lugares más seguros dentro o fuera de Kordofán. Y medios locales informan de que muchas de las comunidades de acogida se encuentran sobrepasadas y están teniendo muchas dificultades para absorber el rápido flujo de personas en medio de un colapso generalizado de las infraestructuras más básicas.

La intensificación del conflicto en Kordofán ha enfriado asimismo los recientes esfuerzos de Estados Unidos y Egipto para alcanzar un alto el fuego en Sudán. El comandante del ejército, Abdelfatá Al Burhan, tachó a finales de noviembre de “inaceptable” cualquier propuesta que no contemple desarmar a las Fuerzas de Apoyo Rápido —armadas en el pasado por el ejército— y volvió a exigirles que se retiren de todas las zonas ocupadas. El líder de los paramilitares, Mohamed Hamdan Dagalo, anunció luego una tregua unilateral, pero no la han respetado en ningún momento y su gesto ha sido interpretado como un intento de blanquear su imagen.

El desmoronamiento de estos esfuerzos diplomáticos ha sucedido en paralelo a una mayor intervención exterior en la guerra, según ha informado el medio egipcio Mada Masr. En las últimas semanas, Turquía y Egipto han reforzado su coordinación con el ejército sudanés, incluido en el despliegue de drones turcos, para atacar las líneas de suministro de las Fuerzas de Apoyo Rápido y tratar de bloquear el amplio apoyo militar que reciben de Emiratos Árabes Unidos a través de Libia y Chad, que ha sido clave para sus avances en Darfur y Kordofán.

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