Este miércoles se ha publicado "Reconciliación", el libro de memorias o desmemorias del rey Juan Carlos I, y cuya coautora, Laurence Debray, continúa con la campaña de reportajes publicitarios y "blanqueadores" de la figura de quien fuera rey de España, y que la francesa no ha dejado de hacer desde que se anunció la publicación del libro.
En esta ocasión, Debray ha publicado un artículo en The Objective, justificando el porqué es importante el libro del rey emérito, y por tanto, su labor. Se trata de una mezcla de la reivindicación y elogio de la figura de su padre (Regis Debray, del que presume que estuvo 4 años en las cárceles bolivianas) y de ensalzar y halagar la figura del rey. Sin duda, una muestra más del intento de lavar la imagen del antiguo monarca mientras se socava la figura del actual jefe del Estado, Felipe VI.
Arranca con algunas perlas como "vengo de un país donde estamos orgullosos de haber cortado la cabeza al rey. Desde entonces, cuando elegimos a un jefe de Estado, tratamos de derribarlo bastante rápido". "A priori, los reyes y las familias reales apenas me interesan. Sus privilegios y sus fastos aún me impresionan menos. Entonces, ¿por qué las memorias de un rey y de este rey? Porque Juan Carlos nunca ha hecho nada como los demás reyes. Y esta vez, una vez más, lo demuestra. Los reyes no escriben. Encarnan, pero no se cuentan. Él decidió desvelarse en primera persona. Tuve la suerte de que me llevara con él en esta aventura". Una frase que resume a la perfección la cursilería pretenciosa francesa, con esa superioridad de aquellos que presumen de haber derribado el "ancien régime" pero que disfrutan mucho más al rodearse o codearse con la nobleza contra la que lucharon.
Debray va más lejos al otorgarse un protagonismo y una importancia que no le corresponde pero a la que se niega a renunciar, e incluso va más lejos, al considerarse parte de una corte que rodea a un personaje como Juan Carlos, que le animan erróneamente a realizar ciertas acciones, que le adulan, pero que tan mal le aconsejan.
Es el propio rey quien cuenta al comienzo de su libro que su padre, Don Juan, le aconsejó que no escribiera sus memorias, que los reyes no se confiesan. Y es que por más interesante que pueda parecer el relato de un rey en primera persona, donde se revelan pocas cosas nuevas y se callan muchas más, un monarca no debería escribir unas memorias ni para ajustar cuentas con la historia ni para excusarse de los errores cometidos, sin medias verdades y mucho menos para criticar a sus familiares. Hay que recordar que el rey Juan Carlos tomó la decisión de abandonar la vida pública e institucional en 2019, tal y como se lo comunicó a Felipe VI. En vez de permanecer discretamente en un segundo plano, no se resigna y ha optado por un protagonismo que ya no le corresponde y al que no quiere renunciar.
"Pasamos dos años sentados uno al lado del otro. Yo escuchando y transcribiendo; él corrigiendo, sopesando las palabras, modificando el estilo muy aplicado, riguroso y serio. Incansable y trabajador. Muy lejos de la imagen del rey campechano". "Él sabía que yo no iba a traicionar su pensamiento ni sus emociones. La misión era escribir un libro histórico, o más bien un libro para la Historia. Contar en primera persona los fundamentos de la historia contemporánea de España —y de Europa, por extensión— con sus complejidades y contradicciones", afirma.
"El rey recuerda en su libro que ‘es más fácil deshacer las instituciones democráticas que construirlas’. Tiene la ventaja de la experiencia. Nadie puede quitarle eso". Pues quien fue uno de los protagonistas de la historia de España, el que fue llamado "el piloto del cambio" no parece haberlo entendido. Si Juan Carlos quería dejar su legado por escrito, podría haber recurrido a un equipo de historiadores, que no "fans" del personaje. Podría haber sido un libro que contase la verdad de la parte política, sin ser sugestivo, sin venganzas, sin reivindicaciones que no ayudan en un momento político como el que vivimos en el que el Gobierno ningunea a la Corona y al resto de instituciones, y basándose en el concepto dinástico. Todo eso hubiera sido mucho mejor que un libro que glorifica al rey emérito mientras deslegitima no solo al hijo para el que siempre pide apoyo, sino también a su heredera, la princesa Leonor.
Debray afirma que "sapere aude" era la doctrina de la Ilustración, algo erróneo ya que lo utilizó Horacio en sus "Epístolas" y Nebrija no se cansaba de decirlo mucho antes que la Ilustración. Lástima que el "atrévete a pensar" no se lo haya planteado Juan Carlos I en profundidad, antes de decidir escribir este libro.

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