La guerra propicia un éxodo en Israel

Hace 1 día 1

En un país pequeño como Israel, la concesión del premio Nobel a uno de sus ciudadanos suele ser motivo de celebración nacional. Sin embargo, el anuncio en octubre de la concesión del premio de Economía a Joel Mokyr suscitó un escaso reconocimiento. Ello se debió en parte a la coincidencia con la liberación de los últimos rehenes vivos de Gaza. Toda la atención se centró entonces en ese hecho y en el alto el fuego. Por otra parte, Mokyr ha sido un crítico declarado del actual gobierno de Israel, de modo que era poco probable que fuera a recibir grandes elogios oficiales.

Sin embargo, en Israel algunos apuntan a que otro motivo de la tibia reacción es que Mokyr reside en Estados Unidos desde hace más de 50 años. “Aquí todo el mundo quiere a Yoel”, afirma un economista de la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde estudió Mokyr. “No habría podido tener la misma carrera de haberse quedado en Israel. Sigue siendo un israelí orgulloso y está muy vinculado al mundo académico israelí. Pero los miedos a la fuga de cerebros están muy presentes en este momento.”

Los horrores de la guerra de Israel en Gaza y el sufrimiento de los palestinos durante los últimos dos años han cambiado la opinión que los extranjeros tienen de Israel. Ahora bien, los ataques de Hamás en octubre de 2023 y todo lo que siguió después también han cambiado la forma en que los israelíes perciben su país. Algunos se preguntan si el futuro sigue estando en él. En los últimos dos años, Israel ha demostrado una supremacía militar deslumbrante sobre sus enemigos. Sin embargo, el futuro augura una vigilancia y una guerra eternas en lugar de una estabilidad duradera, con un alto el fuego en Gaza que apenas se mantiene, sin la perspectiva de un acuerdo más amplio con los palestinos y con una política más polarizada y extrema que nunca.

El sector tecnológico, que representa el 59% de las exportaciones, podría enfrentarse a una fuga de cerebros

Todo eso tendrá repercusiones de gran alcance para el futuro del país. Los miedos no son nuevos. Las oportunidades y los recursos de las universidades estadounidenses han sido siempre una tentación para las mentes más brillantes del país. En los últimos 25 años, cuatro ganadores del premio Nobel de Economía habían estudiado o enseñado en la Universidad Hebrea. Sólo uno se quedó en Israel después de que su carrera despegara.

Ahora bien, aunque los cálculos económicos siempre han sido un factor importante, en los últimos tres años, las políticas de la coalición de Beniamin Netanyahu, dominada por partidos de extrema derecha y ultrarreligiosos, y la guerra en Gaza han aportado un aspecto político al debate sobre la emigración.

“La ventaja económica y tecnológica de Israel se basa en un número relativamente pequeño de israelíes que son clave para la investigación y la enseñanza en los campos de la ciencia y la medicina, todos los cuales podrían encontrar fácilmente trabajo en el extranjero”, afirma Dan Ben-David, economista de la Universidad de Tel Aviv. Calcula que son alrededor de 300.000, sólo el 3% de la población de Israel. Sin embargo, en 2024, el sector tecnológico representó el 59% de las exportaciones de bienes y servicios de Israel, y sus trabajadores son muy móviles.

Las cifras recientes de la Oficina Central de Estadística señalan que Israel debería preocuparse. Durante más de una década, la tasa de emigración se mantuvo bastante baja y estable, en torno a las 40.000 personas al año. Sin embargo, en 2023, el primer año completo del actual gobierno de Netanyahu, el número de quienes se marcharon se disparó casi un 50%, hasta alcanzar los 59.365. En 2024, el primer año completo de la guerra en Gaza, las salidas aumentaron hasta los 82.774.

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Soldados israelíes en la Cisjordania ocupada, esta semana 

ZAIN JAAFAR / AFP

No resulta fácil, sólo con esos datos, deducir si Israel se enfrenta a una fuga de cerebros como resultado de los últimos tres años. Es habitual que los académicos se vayan a trabajar al extranjero durante un tiempo y luego regresen, señala Ben-David. Ahora bien, añade, “de vez en cuando, todos oímos hablar de colegas que se marchan”.

Si se analizan las cifras, la proporción de emigrantes recién convertidos en ciudadanos israelíes es significativa. Alrededor del 38% de los que se marcharon en 2024 habían emigrado a Israel menos de cinco años antes. Eso indica que muchos llegaron muy recientemente, como parte del aumento de la emigración judía desde Rusia y Ucrania tras el comienzo de la guerra en Ucrania en febrero de 2022, afirma Sergio Della Pergola, un veterano demógrafo israelí. “Muchos de ellos vieron en Israel un refugio a corto plazo de la guerra que se libraba allí”, explica. “Y, cuando comenzó la guerra aquí, volvieron a partir. No creo que, en general, el número de personas que se marcharon sea sorprendente, teniendo en cuenta que Israel acaba de atravesar una larga guerra.”

No obstante, eso no significa, añade, que Israel no deba temer una fuga de cerebros. “Hay indicios preocupantes de que los que se marchan tienden a ser más jóvenes y con un alto nivel de formación; especialmente, médicos jóvenes»”. Los israelíes no religiosos con títulos académicos son más propensos a oponerse al gobierno de Netanyahu. El sector tecnológico estuvo al frente de las protestas contra sus políticas antes de la guerra.

El sufrimiento palestino ocupa un lugar secundario en sus preocupaciones. En cambio, existe una ira ardiente por la polarización de Israel, que no ha hecho más que aumentar en los últimos dos años. Muchos jóvenes profesionales no religiosos han pasado meses luchando como reservistas en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Mientras tanto, la comunidad ultraortodoxa, que constituye alrededor del 14% de la población y cuyos partidos políticos son clave para la coalición de Netanyahu, se niega a alistarse.

Más de 300.000 reservistas fueron llamados a filas durante la guerra de Gaza. A pesar del alto el fuego en Gaza y el Líbano, las FDI tienen previsto mantener un gran nivel de alerta en el futuro inmediato, por lo que muchos reservistas tendrán que pasar otros dos meses de servicio en 2026, según afirma el jefe de la reserva, el general de brigada Benny Ben Ari. “Esto significa que tendremos que prestar mucha más atención al cansancio de los reservistas, encontrar formas de ayudar a sus familias y negocios, y a los estudiantes que han perdido años enteros de estudio debido a la guerra.”

Los generales israelíes insisten en que aumentar el número de efectivos del ejército permanente es fundamental para evitar otro ataque sorpresa como el de octubre de 2023 en cualquiera de las tensas fronteras de Israel. Sin embargo, esa estrategia tiene un precio para la sociedad israelí, advierte Rachel Azaria, fundadora de una organización que apoya a las familias de los reservistas. “Los reservistas son también quienes, en la vida civil, soportan la carga de la economía israelí, su sector tecnológico y el mundo académico.”

Al mismo tiempo, Israel está atravesando una crisis psicológica nacional, según sostienen los expertos israelíes. Es difícil determinar en qué medida son culpables los ataques de octubre de 2023 y la guerra que les siguió. Según las FDI, 21 soldados se suicidaron en 2024, la cifra más alta registrada desde 2011.

El coronel Yaakov Rothschild, médico responsable de la división de salud mental de las FDI, niega que eso represente un aumento de los suicidios, ya que el tamaño del ejército ha crecido debido a la elevada movilización de reservistas. “Centrarse en el trauma de combate y los suicidios de soldados pasa por alto el problema más grave; las FDI tienen los recursos para hacer frente a eso”, afirma Doron Sabti, un trabajador social que dirige un programa de salud mental basado en el voluntariado. Sabti sostiene que es necesaria una respuesta mucho más amplia dentro de la sociedad israelí. Hasta ahora, el gobierno ha destinado 1.900 millones de shekels (500 millones de euros) a la financiación de la salud mental desde que comenzó la guerra, pero los profesionales advierten de que no será suficiente. Un psicólogo militar advierte: “El final de esta guerra es una sociedad traumatizada”.

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Traducción: Juan Gabriel López Guix

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