La culpa fue de Pumba

Hace 22 horas 1

Afortunadamente el virus recién aparecido en la naturaleza española que causa la peste porcina africana a jabalíes y cerdos, no se extiende al hombre desde el punto de vista sanitario, aunque económicamente suele resultar demoledor en cada brote que se presenta.

Hablamos de brotes en la mayoría de los países, como España, pero cada vez son más los que empiezan a sufrirlo como un virus endémico, incluso en el interior de Europa.

El virus de la peste porcina africana pertenece a la familia Asfarviridae, tiene un tamaño grande en comparación con otros grupos víricos próximos, ADN de doble cadena y cubierta proteica de forma icosaédrica (de veinte caras), pero estos detalles científicos no interesan demasiado a la mayoría de los ciudadanos; en cambio, es importante y tranquilizador que no sea transmisible a los humanos: menos mal.

Casi todos los suidos salvajes pueden ser reservorio de este virus, a saber: hiloceros, facoceros, potamoceros, jabalíes y cerdos domésticos. Como decíamos en el encabezamiento de esta columna el origen parece encontrarse en la especie Phacochoerus africanus, el jabalí verrugoso africano inseparable del joven león de la película de Disney.

No es extraño que la mayor parte de los brotes que han afectado a Europa en los últimos siglos hayan tenido su cuna en las colonias africanas de Portugal, especialmente de Angola; de Luanda a Lisboa y de allí al Alentejo y a la dehesa extremeña viajó uno de los brotes demoledores para la economía de nuestro país: el tristemente recordado de 1960.

La proliferación desmesurada de jabalíes en España durante las últimas décadas hacía previsible la aparición de un nuevo brote de peste porcina africana en cualquier momento y al parecer así ha sido, aunque nunca haya que descartar factores no exclusivamente epidemiológicos, dado el inmenso potencial económico que encierran las guerras comerciales y los bloqueos económicos que ya empieza a sufrir España por parte de países competidores por el dominio de la economía del ganado de cerda.

La transmisión del virus

Para tratar de controlar el brote lo antes posible es importante considerar todos y cada uno de los mecanismos de transmisión:

  • La transmisión de unos ejemplares a otros, es decir, por vía directa, a través de lesiones, secreciones o excrementos.
  • Los residuos contaminados acumulados en desperdicios alimentarios, heces porcinas, maleza y basura en el sotobosque o contaminación de basureros urbanos o rurales.
  • Los vectores animales, muy especialmente los artrópodos como las garrapatas y posiblemente los insectos picadores, aunque este último extremo deba ser estudiado con mayor detenimiento.
  • El contagio a través de cerdos domésticos por no evitarse de manera drástica el aislamiento de las granjas: si este contacto llega a producirse, la ruina económica está servida.

Las medidas necesarias para evitarlo

La transmisión a través de inoculación por artrópodos picadores es especialmente preocupante. Las distintas especies de garrapatas afectan inevitablemente al jabalí montés y algunas, procedentes de África, son transportadas por las aves; este factor es prácticamente incontrolable por mucho que se cuide el resto de las medidas preventivas.

El control del exceso poblacional de los jabalíes

Hablamos ahora de una serie de medidas que podríamos llamar ecológicas, y mucho tememos que no se tomen de manera correcta, sobre todo por precipitación, por falta de estudio y conocimientos y por intereses de diferentes colectivos, especialmente de ganaderos y de cazadores.

El control de las poblaciones de cualquier especie silvestre debe ser objeto de planes organizados y científicos: ya empieza a hablarse de ayuntamientos, plenos de buenas intenciones, de esas que forman el empedrado del infierno, dispuestos a pagar recompensas por presentar jabalíes abatidos: no se trata de eso.

Porque controlar poblaciones silvestres de especies en exceso requiere precauciones imprescindibles: se trate de jabalíes, lobos, topillos, ratas o lo que sea. Hay que evitar la dispersión alocada de animales asustados por disparos y batidas carentes de planificación; este error se ha pagado caro en las medidas tomadas para el supuesto control del lobo.

Es cierto que proliferación del jabalí se ha debido en parte a las diferentes prohibiciones de cacerías fuera de veda causadas por el animalismo; en este caso hay que recurrir a la colaboración de los cazadores bien organizados, que presten su ayuda a los agentes medioambientales que planifiquen dónde, cómo y de qué forma actuar como depredadores naturales.

Para un control efectivo y no caótico hay que tener en cuenta la ecología y la etología del Sus scrofa: sus aguaderos y revolcaderos preferidos, sus posibles corredores de dispersión y, especialmente, la proximidad de sus grupos a explotaciones de ganado de cerda.

El blindaje sanitario de las granjas está en buenas manos: los ganaderos son los primeros interesados en evitar el contacto del jabalí con los cerdos domésticos, tienen experiencia y conocimientos además de excelente asesoría veterinaria. Estos aspectos de la prevención están especialmente garantizados.

La desinfección de los bordes de los bosques afectados corre a cargo nada menos que de la UME, también digna de total confianza. Los análisis de los cadáveres y restos de jabalíes muertos están siendo esperanzadores, ya que la mayor parte de los mismos no parecen deberse al virus en cuestión; de todas formas somos especialmente prudentes al hacer estas afirmaciones.

Habrá vacuna y será española

Suele decirse que no hay vacuna contra esta enfermedad porcina: digamos que es más exacto decir que todavía no está disponible a nivel práctico e industrial, pero vamos a abrir una puerta a la esperanza al recordar los grandes avances al respecto por parte de investigadores españoles, como el descubrimiento de la secuencia genómica del virus llevada a cabo en los laboratorios del profesor Eladio Viñuela, en Extremadura, o también la determinación de la estructura icosaédrica de la cubierta vírica, también de patente española. Aunque ya no tengamos entre nosotros a Don Marcelino Menéndez y Pelayo para recordar a los acomplejados las excelencias de la ciencia española: Habrá vacuna, será española y salvará un importante apartado de nuestra economía.
No lo duden.

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