Corea del Norte, la última etapa del adoctrinamiento ruso de niños ucranios

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Se llaman Yelizaveta y Mijailo. Ella nació hace 16 años en Simferópol (Crimea); él, hace 12 años en Makiivka (Donetsk). Los dos vieron la luz por primera vez en una Ucrania libre, pero residen desde hace más de una década en territorio ocupado por el ejército ruso. Este miércoles, la abogada ucrania y experta en derecho internacional Katerina Rashevska, mostró sus dos fotos ante el Senado de Estados Unidos. Denunció que la organización para la que trabaja en Kiev, el Centro Regional de Derechos Humanos (CRDH), ha contabilizado 165 campos donde los niños ucranios son sometidos a un proceso de rusificación. El caso de Yelizaveta y Mijailo es especial. Moscú envió a los dos niños de forma temporal al campamento de Songdowon, en Corea del Norte. Son los primeros menores ucranios identificados que viajan al gran aliado asiático del Kremlin en el marco de su campaña de adoctrinamiento infantil.

Según los registros de Kiev, Rusia ha transferido a la fuerza a más de 19.500 niños ucranios, bien a territorio ruso, bien a zona ocupada por sus tropas en el este del país invadido en febrero de 2022. La Universidad de Yale, que sigue con dedicación el periplo de horror de estos menores arrebatos a Ucrania, calcula que esa cifra podría superar los 35.000. Sea un número u otro, supera con creces el de civiles adultos ucranios en los penales rusos o el de militares capturados y bajo custodia del ejército invasor.

Es una de las heridas más dolorosas causadas por la gran ofensiva rusa a la sociedad ucrania. Porque se trata, como denuncia a partir de relatos de repatriados la organización Save Ukraine, presidida por Mikola Kuleba, presente también en el Senado de Estados Unidos, del traslado forzoso de niños, adoctrinamiento, militarización, deportación, separación de la familia, maltrato, tortura e incluso, en ocasiones, violencia sexual.

Yelizaveta, de 16 años.Cedida por el Centro Regional de Derechos Humanos de Ucrania.

El periplo de Yelizaveta y Mijailo hasta Corea del Norte es similar, según la descripción hecha por el CRDH a EL PAÍS. Ella residió en el campamento de Songdowon, frente al mar de Japón, en los meses de julio y agosto de 2024. Lo hizo a través de la organización juvenil rusa Movimiento de los Primeros, heredera de la soviética Jóvenes Pioneros. Yelizaveta viajó hasta la férrea dictadura de Kim Jong-un como participante de este movimiento de corte nacionalista. “Aunque nació en la Crimea ucrania, a primera vista parece que su identidad ha sido completamente borrada y reemplazada por una rusa”, sostiene el CRDH.

Mijailo visitó las instalaciones de Songdowon del 21 de julio al 1 de agosto del pasado verano como parte de un programa ente Moscú y Pyongyang. El crío también es miembro del Movimiento de los Primeros. Mijailo era casi un bebé cuando el ejército ruso tomó su ciudad natal, en la región de Donbás. “No tuvo tiempo siquiera de formar su identidad ucrania”, afirma el CRDH.

Con la prudencia debida, este centro, que nació en Crimea pero mudó sus oficinas a Kiev tras la conquista rusa de la península, admite que en ninguno de los dos casos estaríamos ante una “deportación ilegal debido a que la coerción consistió en 11 años de propaganda dentro del sistema educativo bajo ocupación”. Nos encontraríamos, eso sí, en el último estadio de un largo proceso de “adoctrinamiento y militarización” que podría constituir un crimen de guerra y de lesa humanidad. Este jueves, un día después de las declaraciones de Rashevska ante la Cámara alta estadounidense, fue el defensor del Pueblo ucranio, Dmitro Lubinets, el que acusó a Rusia de enviar a niños ucranios “secuestrados” a Corea del Norte.

Tan solo 1.850 de los menores arrebatados a Ucrania han podido regresar a su país —los últimos siete, esta misma semana con la mediación de la primera dama de Estados Unidos, Melania Trump— en estos tres años y medio de gran ofensiva, una cifra baja si se compara, sirva de ejemplo, con los más de 7.000 presos de guerra canjeados entre Kiev y Moscú. La Asamblea General de Naciones Unidas adoptó este miércoles una resolución que exige a Rusia que devuelva a los niños, la misma demanda que el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha mantenido en los sucesivos, y por el momento infructuosos, procesos de diálogo para poner fin a las hostilidades.

El CRDH ha localizado los 165 campamentos de adoctrinamiento ruso entre el territorio ocupado en Ucrania, la propia Rusia, su aliada Bielorrusia y, ahora, Corea del Norte, país que ha enviado en el último año soldados y armamento a Moscú para apoyar la gran ofensiva al país vecino. Es una estructura creciente y sólida de asimilación cultural que en muchos casos culmina con el cambio de nombre y apellidos, documento de identidad y, finalmente, la nacionalización del individuo. Detrás de este entramado estaría la comisionada rusa para los derechos del niño, Maria Lvova-Belova. Contra ella y el presidente ruso, Vladímir Putin, pesa una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional (TPI) por presuntos crímenes de guerra.

El campamento de Songdowon, levantado en los años sesenta del pasado siglo, con la pompa nacionalista propia del régimen norcoreano, es un centro de recreo conocido por acoger a menores extranjeros en sus instalaciones, cerca de un complejo playero junto a la ciudad portuaria de Wonsan. El pasado año, la cadena estadounidense CNN recogía el testimonio de un joven ruso que había visitado a propia voluntad Songdowon. Entre las actividades que le llamaron la atención estaba la limpieza diaria de estatuas de la dinastía Kim y jugar a videojuegos en los que se hacía saltar por los aires la Casa Blanca.

Rashevska contó ante el Senado norteamericano que Yelizaveta y Mijailo aprendieron en el campamento de Songdowon, entre otras cosas, a “destruir a militares japoneses”. También conocieron a veteranos norcoreanos que, en 1968, atacaron y capturaron el buque espía estadounidense Pueblo, en aguas del mar de Japón. “La militarización y rusificación causa un trauma severo y viola la dignidad de los niños”, manifestó Rashevska en Washington. “El objetivo final”, prosiguió la abogada con un tono emotivo, “es que los ucranios se maten entre sí”.

Yelizaveta y Mijailo fueron enviados al campamento como premio a su actitud “proactiva”, según el CRDH. En la investigación efectuada se nombra a otros niños ucranios, incluidos algunos naturales de la provincia ocupada de Lugansk, pero se desconoce si finalmente fueron seleccionados para participar en el programa en Corea del Norte. No hay constancia de que los menores que sí viajaron no pudieran regresar a sus casas una vez que finalizó la estancia en Songdowon.

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