¿Bailas de nuevo, Puigdemont?

Hace 1 día 1

El Gobierno ha cumplido y cumple. Esta fue la letanía gubernamental que Pedro Sánchez y su ejecutivo al completo entonaron convencidísimos cuando Junts anunció que ya no protagonizaría más escenas de cama con los socialistas durante esta legislatura. Ahora el presidente nos ha anunciado su cambio de opinión. Sánchez no ha recitado el confiteor con semblante compungido ni ha declamado el mea culpa acompañando de golpes en el pecho. Pero sí ha simulado un examen de conciencia que, ¡oh, milagro!, le permite ver las cosas
ahora de distinto modo: Puigdemont y los suyos tenían razones para sentirse despechados.

Hay tres motivos que explican esta vuelta al propio calcetín. El primero, nada menor, es de índole narrativa. El ingreso en prisión de José Luís Ábalos y Koldo García ha obligado al PSOE a volver a jugar a la defensiva. Que ambos reos se entretengan amenazando al PSOE en público, al tiempo que el juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, sigue avanzando en la pieza que investiga las finanzas del PSOE, ahonda el riesgo para el Gobierno de quedar anclado en una espiral conversacional de corrupción. Por tanto, había que intentar recuperar la iniciativa para salir de ese marco: ¡Hablemos de otra cosa!

Sabe el lector, con experiencia o sin ella, cómo acaban las relaciones tóxicas

El segundo motivo es de índole puramente práctica. La leyenda sobre la capacidad de resistencia de Pedro Sánchez afirma que puede aguantar todo lo que le echen. Tanto soporta el presidente, según sus hagiógrafos, que Ulises a su lado no sería más que un donnadie. Pero uno no llega muy lejos sin complicidades y apoyos. Pues bien, quienes más complicidad y ánimo vienen insuflando al sanchismo desde fuera de él corren el riesgo de alcanzar el límite a partir del cual ya no es posible hacerlo sin enrojecer. Puede que no haya problema en hacer ver que no pasa nada por no aprobar unos presupuestos en toda la legislatura, pero es ya pedir demasiado que además deba naturalizarse la parálisis del Congreso ante cualquier iniciativa proveniente del Gobierno.

Las dos causas anteriores son, digámoslo así, verdades del barquero. La tercera es tan solo una suposición y además, si fuera verdad, dice algo a favor de Pedro Sánchez. Consiste en dar por bueno lo que hacen correr algunas voces: Sánchez no era consciente del punto de putrefacción al que se había llegado con Junts. Con Santos Cerdán fuera de circulación, el presidente del Gobierno se quedó a ciegas sobre cómo iban realmente las cosas con los de Puigdemont. Así que no habría sido hasta hace unos días que Sánchez habría tomado nota de la verdadera gravedad del problema. Caído por fin del caballo habría corrido a rectificar. Cogido por los pelos, pero que no se diga que no damos líneas a la presunción de bondad presidencial.

Fugitive Catalan independence leader and MEP Carles Puigdemont arrives for a meeting with Catalonia's president at the Delegation of the Government of Catalonia to the European Union in Brussels, on September 2, 2025. (Photo by Simon Wohlfahrt / AFP)

Carles Puigdemont

SIMON WOHLFAHRT / AFP

¿Y ahora qué? De entrada, el mar embravecido ha traído ganancias a los pescadores. Autónomos y pequeñas empresas han visto como el Gobierno ha aplazado un año la entrada en vigor de Verifactu, el sistema de facturación que convierte a estos colectivos en delincuentes fiscales que han de demostrar a diario su inocencia informando en tiempo real a la Agencia Tributaria de sus ventas. Hay que contentar a los colectivos target de Junts, autónomos y pequeños empresarios entre ellos. Como también a alcaldes que podrán gastar el superávit de sus cuentas en el 2024. ¿Publicar las balanzas fiscales? La promesa se ha renovado por enésima vez. En fin, Sánchez está intentando provocar el deshielo.

Junts dice que de momento nada cambia. Pero no esconde cuánto le agrada que el galán se haya acercado de nuevo rogando una nueva oportunidad: sé que la culpa ha sido mía, Puigdemont. Pero ¿y si probamos con otro baile juntos?

Lo que vendría a ser el clásico cortejo de reconciliación en una relación tóxica. Igual de tóxica es la respuesta: de entrada baila solo. Y según los contorneos, ya veremos.

Sabe el lector, con experiencia o sin ella, cómo acaban las relaciones tóxicas. Con independencia de cuantas reconciliaciones acumulen por el camino.

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